40 años, caminando a tu lado.
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MI RESCATE, MEMORIAS DEL SISMO DEL 70

Ingeniero Ambiental – Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo. Experiencia en tratamiento de aguas residuales.

Era un día soleado, típico de la ciudad de Huaraz. Yo era un mocito de ocho años, muy inquieto y sagaz. Ese domingo 31 de mayo, fuimos a almorzar a la casa de mi tío Pedro. Estaba muy contento, con mis primos Mónica y Aldito; jugamos e hicimos planes sobre el papel que harían en la actuación de su Colegio Santa Elena, ubicado en ese tiempo en la plaza de armas de Huaraz, en una construcción de dos pisos. Era un colegio de mucho prestigio, tanto que los que allí estudiaban se sentían muy orgullosos. 

Habíamos terminado de almorzar; apurados y mirando el reloj nos condujeron al colegio; a mis primos los llevaron con sus profesoras para que los preparen para la actuación y a mí me dejaron sentado delante del estrado. El sol estaba radiante y hacía bastante calor; yo tenía puesta la chompa que por si acaso llevé por si sintiera frío en la tarde.  

El patio central del colegio Santa Elena era cuadrado; también los techos hacia el patio formaban un cuadrado que dejaba ver el cielo azul y el sol. Aquel día el patio estaba lleno de gente que esperaba espectar la actuación. Había personas también en los corredores del segundo piso. Además de los alumnos y alumnas, habían concurrido muchos padres y madres de familia, incluso otros familiares y amigos. En ese momento todo empezó a moverse, miré hacia arriba y el cuadrado que se dibujaba en el cielo por los dos pisos de la estructura del colegio, veía que se juntaban y se separaban; estaba muy asustado; la gente empezó a caminar hacia el portón de salida, pero allí se paró el Sr. Sotomayor, fotógrafo de Huaraz, diciendo: no se muevan… no va a pasar nada…, pero empujado por la gente yo también empecé a caminar y de repente sentí como un fuerte empujón y todo se apagó, se oscureció.

No sé cuánto tiempo pasó; de pronto sentí que algo duro me cayó en la cabeza, creo que era un pedazo de adobe; escuchaba voces, estaban haciendo un hueco por una esquina para poder sacarme;  en eso sentí una manos que me jalaban con fuerza, pero no podía salir, mis piernas estaban enterradas en tierra; aflojé mis pies y logré quitarme los zapatos y al fin me pudieron sacar. Era el Hermano Pio de la congregación de los Jesuitas de los Pinos. Cuando salí levanté la mirada. Todo estaba destruido y el colegio ya no existía. Bajé por los escombros y al otro lado de la calle encontré a mi mamá. Mi tío Pedro sólo encontró a Aldito.

Esa noche la pasamos en el carro del señor Ángeles porque nuestra casa también se había derrumbado; toda la noche se sentían los movimientos sísmicos. Como perdí los zapatos cuando fui rescatado, doblaba papel periódico y lo ponía dentro de mis medias para poder caminar.

Fuente: El Comercio.
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